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¿Ventas al peso? Los tochos best seller


Post publicado en Best Seller Español

 

Repasemos algunos de los best sellers del 2013Inferno, de Dan Brown (640 páginas), Dispara, yo ya estoy muerto(912 páginas), La verdad sobre el caso Harry Quebert (672), Circo Máximo (1200), Juego de Tronos (entre 800 y 1500), La reina descalza (720), … ¿Sigo? ¿Los últimos best sellers de Ken Follet? A más de 1000 páginas cada tomo.

Lejos de mi intención establecer cualquier regla matemática entre éxito de un libro y su longitud o peso. Sin embargo, es cierto que el mundo best seller suele estar ocupado por sus buenos tochos. Si bien está aceptado que para la primera novela pueda ser conveniente escribir una historia no demasiado larga, parece que los autores de éxito están condenados a la longitud. Menos mal que algunos también rompen esa ‘tiranía’ cuando les place.

No tengo nada contra los libros largos, larguísimos, que quede claro. Al contrario, grandes obras de la literatura y del entretenimiento han sido grandes tochos que no desmerecen una página (monsieur Dumas, por ejemplo; El señor de los anillos). Algunos de los que citaba más arriba me han encantado. Sin embargo, me pasa que cada vez tolero peor los libros tan largos cuando detecto que hay hermosas partes de lo que vulgarmente llamamos paja.

Señores escritores, un poco vale, pero si la historia no tiene tanto recorrido como para llenar 1000 páginas, ¿no será mejor dejarlo en 600 o 400? Que también tienen una redondez estupenda.

El fenómeno digital y sus viejas novedades (como el single) parecen que pueden dar más alternativas al género breve, más propicio (parece, aunque tengo mis dudas) a ser leído en las múltiples pantallas que solemos llevar encima ahora. Sin embargo, el tocho best seller sigue siendo el rey.

Razones comerciales no le faltan: a más tamaño más espacio ocupa en tienda y el comprador ve ‘más valor’ físico (ya que me gasto 23 euros…). Hace unos años, cuando empecé a mover mi primera novela (muy cortita, 186 páginas) una editorial mediana con vocación claramente comercial (ya desaparecida) me contestó que no aceptaban mi manuscrito, porque por norma solo aceptaban textos superiores a 400 páginas.

Escritores escriben y nosotros compramos. Porque nos gusta hacer pesas mientras leemos, porque nos gusta llenar rápido nuestras estanterías o porque queremos que el libro nos dure. ¡Vaya usted a saber! El público lector es soberano. Lo que es cierto es que, sobre todo en literatura bestseller, de un tiempo a esta parte no veo libro de más de 600 páginas, al que le diera un tajo. Mucho o poco, pero que lo haría mejor.

A los escritores les gusta escribir, y eso se nota, pero a veces se olvida la máxima de «lo bueno, si breve, dos veces bueno» y que una historia merece el espacio que necesita, no más. Si son 1000, bienvenidas sean. Si son menos, también.

¿Os pasa a vosotros también? ¿A qué libros le quitaríais algunas páginas?

 

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Dan Brown, otra vez…


Vuelve Robert Langdon. Vuelve Dan Brown. Vuelve el primer gran autor de best-seller del siglo XXI. Y vuelve con más de lo mismo, con una historia que mezcla sociedades secretas, ciencia de última generación, secretos  escondidos en el arte y conspiraciones. Más de lo mismo del hombre que no descubrió la fórmula pero que le saca el mayor de los provechos.

El símbolo perdido es la tercera aventura de su personaje estrella, Robert Langdon, el poco heroico académico que siempre se ve envuelto en experiencias muy similares, con compañeros muy similares y contra villanos muy similares. En esta ocasión una visita a Washington D.C. le involucrará en una carrera contrarreloj contra un asesino que intenta desenmascarar el gran secreto que los masones han escondido en la capital estadounidense (tan secretos y tan poco discretos, hay que ver).

En esta historia, casi todo huele a ya visto en los libros del autor y lo que no, se convierte en otra de las grandes marcas de la casa: la tendencia al sensacionalismo y a los efectismos fuera de todo orden y lógica. La trama es rocambolesca y a veces muy poco creíble (pero es hasta perdonable en este género); el villano es inverosímil y tiene un punto ridículo, pero está en línea de otros que ya vimos en El Código Da Vinci o Ángeles y Demonios. Los personajes son de cartón-piedra y algunos diálogos causan sonrojo de los pueriles que resultan. Además, no hay que olvidar que la historia europea (y sin ánimo de ofender) y su patrimonio artístico es, pese a lo que afirma Dan Brown que compara el Capitolio con el Vaticano, mucho más rico y proclive a guardar secretos que el estadounidense. Y qué decir tiene, que la novela tendrá que sobrevivir sin las polémicas con la Iglesia de sus libros anteriores (primer gran fallo de la novela, no se mete con nadie: ni con el Gobierno de los EE UU, ni con los masones,… ¿Dónde está la polémica marketiniana?)

Entonces ¿por qué tanto bombo con este libro? Pues porque a Dan Brown hay que reconocerle el ser un escritor sumamente inteligente y conocedor de su público. Porque Brown ofrece lo que se espera de él: una historia llena de ritmo (salvo en las últimas cincuenta páginas, que como en El Código Da Vinci prefiere dedicarse a dar un poquito de filosofía sobre el cambio de conciencia y el buen rollito cósmico), acción a raudales, persecuciones, juegos, giros de trama vertiginosos, poca o ninguna credibilidad… que hacen que guste o no, casi sin querer devores las casi 600 páginas del libro sin que se haga larga, incluso sin siquiera disfrutarlo (ayudan esos capítulos breves hasta la extenuación). Como una película palomitera de Hollywood de las que bebe abundantemente, Brown repite la fórmula en todos sus detalles. No es que siga los códigos de ese subgénero llamado thriller histórico, es que él lo convierte en fórmula, en una inamovible e invariable. Ni más ni menos, la misma fórmula con todos sus defectos y sus efectistas aciertos; con sus millones de fans y también miles de críticos. Ángel y demonio, rey de las ventas. Quizá hasta que decida cambiar o hasta que sus lectores se cansen de leer la misma historia con diferente envoltorio.

Dan Brown vuelve con lo de siempre: miel para los seguidores; matarratas para los detractores. Nada nuevo en el horizonte.

Reseña publicada originalmente en comentariosdelibros.com

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