Los descendientes y Moneyball
Hoy os voy a hablar de dos películas que estaban nominadas a varios Oscar y que se fueron de manos vacías. Que eso no engañe a nadie (los premios son lo que son) son dos muy buenas películas.
Los descendientes es una drama con una cierta carga cómica sobre una familia sacudida por un accidente en lancha que deja en coma a la madre. El padre es George Clooney que está grandioso en su papel de esposo de comatosa, cornudo, padre de dos niñas y primo que debe hacer frente a una herencia muy compleja que está poniendo patas arriba a un numeroso clan familiar. Se merecía el Oscar tanto como el actor de The Artist. La película está dirigida con buen tino por Alexander Payne (solo había visto Entre copas de él y francamente, no me dijo nada). Es una película pequeña, divertida a ratos, emocionante y cercana. A mi, me ha encantado y me ha sorprendido ese Hawaii real que muestra, mucho más gris de lo que el cine y la tv nos tienen acostumbrados, con cielos nublados, blancos no integrados y costas en peligro.
Moneyball es una película sobre baseball basada en una historia real… Por argumento, típica película que no iría a ver al cine y dejaría para los formatos domésticos. Sin embargo, oh cielos, pero aparece por ahí el nombre de Aaron Sorkin como uno de los guionistas (el ha escrito, por ejemplo de La red social o creador de la mejor serie de TV parida por la humanidad, El Ala Oeste) y ya cambia todo. La película está muy bien, es entretenida y da igual que hable de baseball y nosotros no entandamos ni papa de ese deporte, porque está bien contado y te enteras de todo. Es una historia sobre los cambios, sobre el éxito, pero desde una óptica especial. No es la historia habitual sobre ganar sobre todas las cosas, hacerte rico y vivir genial. Es sobre la gente que cambia cosas, a pesar de que siempre salgan bien, de los visionarios. Brad Pitt está cumplidor, junto a Jonah Hill y Phillip Seymour Hoffman, que en sus papeles secundarios están también cumplidores. Lo mejor creo que cómo está contada la historia… Y sabéis la mano de Aaron Sorkin se debe notar.
Y Tarantino llegó a la guerra…
Érase una vez… así comienza la última película del enfant terrible del cine estadounidense, Quentin Tarantino. Y es una declaración de intenciones, Tarantino no engaña, como sí lo hace la publidad y el márketing que anuncia su film (que nos da a Brad Pitt y sus bastardos como protagonistas y… evidentemente no son más que parte de una coralidad de personajes).
Tarantino no ofrece más que entretenimientos gamberros y algo culpables, dotados de una imaginación para la mezcolanza, lo espectacular y lo sopredente poco común en el cine actual pero manteniendo siempre un aspecto formal de calidad. No encontramos mensaje ni transcendencia en sus películas, ni ahora ni antes. Lo único sobre lo que se permite reflexionar Tarantino en su habitual deconstrucción de géneros es sobre el propio cine y siempre de una manera poco ortodoxa.
Y esto es Malditos Bastardos. No es su mejor entretenimiento, de acuerdo, pero tampoco el peor. Supera con creces la simpática anécdota (pues apenas tiene argumento y salvo el villano, tampoco personajes de interés) que supone Death Proof. Y la razón, probablemente, es que las historias excesivas, alocadas de Tarantino y sus personajes psicópatas, lenguaraces y malhablados tienen su mejor colocación en el género negro (o lo que sea que haga Tarantino con dicho género).
En Malditos Bastardos tenemos lo mejor y lo peor de Tarantino en grandes dosis, tanto como va creciendo su ego como realizador con los años. A algunos les desquicia, a mí, en esta ocasión, me ha gustado.
Así que vayamos al grano, ¿qué ofrece Quentin Tarantino? Escenas inspiradísimas y diseñadas al milímetro, diálogos ingeniosos y llenos de subtexto (lo bueno) alargados hasta la exageración (lo malo), salvajadas escatológicas y gratuitas, chistes de todos los grosores, una trama rocambolesca sin ninguna credibilidad histórica, un homenaje al maremágnum de cine que le gusta a Tarantino (un plano homenaje a John Ford por acá, música de Ennio Morricone por allá, mucho aire de spaguetti-western una escena que recuerda a los Doce del Patíbulo y otros títulos bélicos, cine de espías, cine dentro del cine, un comando crítico de cine, etc) y un entretenimiento bastante inclasificable.
Su reparto tampoco está nada mal, destacando sobre todo a Christoph Watlz como el coronel Hans Landa. Después tenemos a un divertido Brad Pitt (que creo que cuanto más hace el payaso más me convenzo de que es mucho mejor actor de comedia que de películas más dramáticas) y la bellísima Melanie Laurent como la judía que prepara su venganza. Los demás navegan sin destacar demasiado fluctuando de lo anodino a la sobreactuación que puede esperarse de papeles tan locos como los de Tarantino. A destacar, como negativo, Daniel Brhül que como héroe alemán está poco convincente ( o también puede ser que le tenga un poco de manía, que me parece que este chico interpreta todos sus roles de igual manera).
Como siempre, Tarantino se dedica a hacer de trapecista sobre un fino cable que hace que cualquiera pueda calificar sus películas como una tontería infame o como una obra maestra, sin equivocarse demasiado. ¿Se puede afirmar que el argumento de Malditos Bastardos es una payasada? Sin ninguna duda. Como igualmente las historias de Pulp Fiction son poco creíbles, gamberras y disparatadas. Si vas a ver esta película esperando que Tarantino haya puesto su talento visual y narrativo al servicio de una visión clásica y resputuosa de la Segunda Guerra Mundial, luego no disparen al pianista…
Ese es el riesgo que le gusta correr y Tarantino, además de egocéntrico, es extremista con su cine. Inglourios Basterds es así, sólo que el lado bueno no llega a ser una de las mejores: se queda en un divertido entretenimiento inspirado, ingenioso, bien construido, espectacular y con algunas escenas memorables (como la granja del principio o la taberna). Para mí, ya es bastante.
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